Aguas cristalinas, playas muy cuidadas, acantilados impresionantes, pero chiringuitos con comida de diseño. Mezcla variopinta para viajeros autocaravanistas que desean vivir su pasión intentando hacer algo de turismo gastronómico, pero que es casi imposible llevarla a cabo cuando en un chiringuito, porque así se autodenominan, te despachan una cuenta para dos personas, habiendo desgustado hasta las migajas de un plato de pescado recién obtenido, dicen,
Es complqunos quedamos a cuadros cuando te traen una cuenta que pesa más que el pescaito desgustado hasta las espinas.
Diez mil pelas por una ensalada de la casa con bacalao tan desmigao que debía estar camuflado entre la lechuga y la salsa. Tres salmonetes, con suerte para mí, eran los últimos que quedaban. Agradecido. y dos cañas y una botella de agua.
La verdad es que no hubo engaño, porque el menú se nos presentó como en los mejores de cinco tenedores con sus precios exactos. La calidad se le presupone, el precio está claro, pero la cantidad a comer no hay manera de medirla sin haber visto el plato que, o te ponen a la media hora de haberlo pedido, o te lo ponen con la rapidez del rayo, cosa que no sé que será peor.
Es complicado esto del turismo culinario.
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