jueves, 6 de septiembre de 2012

Por el sureste francés, agosto 2012. Ciertamente, que dura es la vida del turista


Francia, única.
Cuanto les queda a nuestros políticos aprender. Dicho así, los bienintencionados pensarán que estas mismas palabras pueden servir para todos los colectivos sociales que se nos puedan venir a la cabeza y, naturalmente, yo no les quitaría la razón, pero si añado a mis primeras palabras estas segundas " ... sobre el autocaravanismo y el mundo que le rodea", seguramente los que leéis estas líneas casi seguro que amantes de este mundillo o por lo menos con cierto interés por él, os daréis cuenta que es cierto, ¡cuánto tienen que aprender de la France!
Dicho esto, me explico.

Saltamos de Vitoria, cuya Area AC no tiene nada que envidiar a las francesas, y llegamos a Cahors. No es precisamente el parking AC de esta ciudad de los más modélicos que nos encontramos, pero al menos tiene acotado un espacio enorme para ACs, exclusivamente para ACs, reflejado en un cartel. Decía que no es modélico, porque a pesar de que es bastante llano, no encontramos el área de llenado y vaciado; eso sí, es un lugar permitido no solamente para la pernocta, sino también para la acampada, definiendo ésta como un lugar en el que se permite toldo, sillas, mesas, etc.. en el exterior.
Para los más puristas -confieso que yo antes lo era- no debe ser el lugar más apropiado donde desplegar todos esos elementos de acampada, porque para eso están los campings, pero pienso, y estoy convencido de ello, que allá donde fueres haz lo que vieres, y me parece a mí que es una buena postura, siempre y cuando no se hagan cosas ilegales, insalubres y peligrosas para el ser humano, los animales o el medio ambiente y allí, os lo aseguro, no ví nada que se pudiera catalogar con los adjetivos anteriores. Ni un solo charco de agua pestilenta, ni música atronadora, ni barbacoas humeantes. Nada que no fuera comprensible si contamos que a pleno sol, sin sombras, seguro que había 30 grados o más.

Llegamos por la tarde y decidimos permanecer en la ciudad todo el día siguiente.
Dicho esto, treinta o cuarenta ACs sesteaban con un sol de justicia, como digo, eso sí, francés. A 15 minutos andando del centro de Cahors y un poco más del puente de Valentre, símbolo de la Historia de la ciudad. Nos gustó el paseo por la vieux ville a pesar de la temperatura. En la oficina de turismo hablan español y son muy amables. Nos dieron todo tipo de folletos de la propia ciudad y de los alrededores, así como una pequeña lección sobre los caldos de Cahors (Malvec).
Paseamos con la quietud del que no tiene prisa por calles estrechas, llenas de un cierto sabor revolucionario, en el que se podían escuchar aquellas canciones subversivas que cantaba el pueblo en contra de la nobleza en general y su realieza en particular. Naturalmente, todo eso estaba en mi mente, porque el silencio y el sosiego era la nota predominante, aderezado todo por un cierto bochorno vespertino.
Buscando el puente Valentre, anduvimos errantes por todo Cahors. Impresionante este puente fortificado con tres torres, una en cada orilla y otra central. Es la joya de Cahors, justo al lado hay tiendas para comprar todo el vino malbec de Cahors que se pueda acarrear.

Después de un almuerzo muy tardío, una siesta laaaarga, un montón de páginas de lectura y una zona tempranera y ligera nos fuimos a ver un espectáculo nocturno de luces y sonido sobre el puente de Valentre. En un principio lo disfrutamos desde la orilla del río Lot. Luego nos acercamos y nos introdujimos dentro del propio espectáculo junto con decenas de personas que paseábamos por el puente rodeados de cientos de puntos luminosos de diversos colores y de imágenes que contaban la historia de Cahors, esto unido a la música, configuraba una atmósfera irreal que entraba por todos los sentidos, literalmente.
Digno de ver, digno de vivir.
Ya tuvimos la gran fortuna de ver algo parecido en la vieux ville y en las murallas de Le Mans hace unos años.
El camino hasta nuestra AC era largo, pero la noche era estrellada y quieta. Cuando llegamos al parking, este dormía a oscuras plácidamente bajo el cielo estrellado. Eran las doce y media. Hora de descansar de un largo, pero fructífero día de vacaciones.

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