lunes, 29 de octubre de 2012

Escapadas de otoño

Después del ajetreado verano, el otoño está siendo más tranquilo.
De momento, pasó el mes de septiembre en blanco, es decir, que nuestra autocaravana permaneció parada durante trentaytanto días en la puerta de casa, arreglandole pequeños desperfectos ocasionados fortuitamente durante el verano por el intenso uso y disfrute, nada que no se pueda solventar, si exceptuamos el frigorífico, el cual sólo enfría el congelador y, misterio de los misterios, parece que también se enfrían las parrillas del frigorífico, pero no da temperatura de frigo; el lavabo ya conseguí arreglarlo con los consejos acertados de mi amigo "el pipa" como siempre, esta vez apoyada por mi idea que al final ha sido la acertada.

El fin de semana del puente del 12 de octubre nos llevó hasta Monfragüe. No es que sea un lugar nuevo para nosotros, la verdad es que no quedan muchos en 200 kilómentros a la redonda, pero la berrea era la excusa.
Recomendada en el Oficina de Turismo del Parque, la ruta del Cerro Gimio en la tarde del sábado. Una ruta muy bonita que nos llevó ver el Parque Nacional de Monfragüe desde otro punto de vista, pues siempre habíamos visto el Castillo, el Salto del Gitano, el puente que atraviesa el río desde allí mismo, así como el resto del Parque de sur a norte, pero esta vez gracias a nuestra caminata hasta el Cerro Gimio vimos esos lugares tan emblemáticos desde ese cerro de norte a sur.
El Sol se dejaba ya caer por el horizonte.y los ciervos ofrecían allá a lo lejos sus últimos "cantos de amor" del día. Tuvimos que hacer una marcha un tanto forzada, porque la noche se acercaba rauda. Casi sin luz llegamos a nuestra autocaravana, que teníamos aparcada en el aparcamiento de la parte de atrás de Villarreal de San Carlos.
Nunca habíamos dormido allí. Es un lugar muy cómodo, llano. Disfrutamos de una noche semiestrellada o seminublada, como se prefiera, pero apacible y tranquila, con la berrea de fondo y ciertos sonidos de cascos  y siluetas recortadas en la oscuridad de curiosos ciervos que intuíamos se acercaron por allí.
Al día siguiente, nos acercamos a Fuente de los Tres Caños, donde tuvimos la oportunidad de hablar con uno de los guardas del Parque que nos relató las bondades de varios lugares y rutas por el interior del Parque, de la que disfrutaremos, Dios mediante, en otro momento.
Fin de semana de sonidos naturales, la de la berrea, y de gusto culinario con el ciervo también de protagonista en el único restaurante de Villarreal de San Carlos que nos trajo viejos recuerdos que perduran en aquel lugar a pesar de que se ha ido transformando paulatinamente con el tiempo, pero sin perder su sabor, nunca mejor dicho.

Dos fines de semana después, nos dejamos caer por otro sitio ya conocido, Madrigal de la Vera.
Hace varios años, asistimos a nuestra primera y única matanza multitudiaria y campista en el Camping La Mata, justo a las orillas del torrentoso Tietar.
Como el hambre azuzaba, no conseguimos encontrar abierto ese "pazo restaurante pecador" donde nuestros amigos el finde del 12 octubre se comieron unos impresionantes chuletones, así que nos conformamos con otro restaurante donde el menú del día (15€) presidió la mesa. Muy rica la ensalada templada, las chuletitas de cordero, los espaguetis con salsa de sepia y el bacalao.

Buscábamos el Castro Celta de El Raso y lo encontramos en las estribaciones de Gredos. Muy curioso lugar que demuestra que el ser humano a lo largo de los siglos no ha dejado de mejorar su nivel de vida, a pesar de que hoy nos creamos como los más inteligentes y sabios de todas las generaciones que han existido. Nos sorprendió encontrar un lugar perfectamente habitable, en un entorno idílico, astutamente diseñado para detectar a los posibles enemigos en la distancia. Desde su muralla exterior o desde sus casas interiores los ancestrales vetones podían detectar la presencia de posibles enemigos, pues el castro fue construido mirando al gran valle de la Vera con las estribacines de la Sierra de Gredos a su espalda. Las casas, apiñadas dentro del amurallado, poseían un pequeño porche desde donde se accedía al interior de la casa, en el que la cocina presidía el recinto de principal del hogar y donde el fuego era su principal protagonista, entorno a él se desarrollaba la vida familiar. Otros pequeños cubiculos para almacenar alimentos y algún que otro animal formaba el hogar de los Vetones hace más de dos mil años, entre los siglos V y II a. de C..
Aunque en un principio la idea era la de dormir en el parking del Castro Celta de El Raso, la desechamos ya casi entrada la noche para regresar el mismo lugar donde unas horas antes habíamos estado almorzando. las aguas torrentosas del río Tietar nos acompañaron toda la tranquila noche sin estrellas.
A la mañana siguiente, tarde, nos fuimos hasta Candeleda. No conocíamos este pueblo que nos pareció más grande de lo esperado con un sin fin de rutas senderistas, explicadas con primor en la Oficina de Turismo por una chica muy amable que nos hizo ver que la Ermita de la Virgen de Chilla era merecedora de una visita, sólo estaba siete u ocho kilómetros y por la carretera se cruzaban dos coches sin dificultad. Después de un paseo por el pueblo, tomamos la carretera hacia la ermita. Efectivamente, dos coches se podían cruzar, pero se nos olvidó preguntar por el piso y el trazado que es muy ondulado y curvoso. Se nos hicieron los kilómetros muy largos. No está mal. Se puede visitar sin problema, eso sí, tomándoselo con calma. Comimos en un aparcamiento junto a la carretera y mirando al valle.

A eso de las cuatro, emprendimos el regreso a Mérida dirección Lagartera donde vaciamos y llenamos los depósito de nuestra autocaravana.
Llegamos a Mérida cayendo la tarde, aunque con bastante luz diurna aún.

Nos encanta estos fines de semana senderoculinarios. Pocos kilómetros, mucho paisaje y buen yantar.

Seguiremos.

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