sábado, 30 de agosto de 2008

Regresamos

No es precisamente la primera vez que estamos una veintena de días fuera de la casa habitual, pero si es la primera vez que dejamos a la mitad de la familia atrás.
Los hijos crecen. Desean tener su propias vidas. Pasar días enteros sin la presencia de los padres. Vivir de otra manera, ajenos a aquellos que le dieron el ser. Es algo que la vida nos da y hay muchos estudios sobre este tema.
Nosotros, por primera vez desde que existe nuestra familia, nos hemos vuelto a encontrar solos, ... pero ... si digo que murequetebien, creo que no ofendo a nadie y sí dejo expresar a mi cerebro lo que hemos sentido durante estos veinte días. Eso sí, el vínculo no se ha roto, ya que los móviles han funcionado de lo lindo. También es verdad que las llamadas entrantes en los nuestros han sido escasas, más bien han sido salientes y prácticamente todos los días. La factura telefónica nos hará reflexionar, aunque me temo que en futuros viajes, al menos de momento, todo seguirá igual.
Seguramente, el lector o lectora que pueda leer ésto y tenga hijos o hijas en los alrededores de los 20, estará pasando por las mismas circunstancias que nosotros dos.

El caso es que hemos regresado, después de pasar 20 días maravillosos, cansados, pero gozosos de haber conocido nuevos lugares y a nuevas gentes. Hechos que quedarán en el recuerdo, como todos y cada uno de los viajes que hemos hecho a lo largo de los años.

Visitar el Perigord era uno de esos viajes que estaba en proyecto, pero que nunca se había llevado.
Ya ha pasado a realidad.
Hemos pisado cuevas y grutas en las que el ser humano ha dejado sus huellas pictóricas desde tiempos prehistóricos. Hemos visitados castillos, viñedos, ciudades pequeñas y grandes, pequeños pueblos. Hemos navegado por el rio Dordogne, fuente de algunos de mis sueños. Hemos recorrido kilómetros y kilómetros de carreteras buenas, malas y regulares, pero todas acompañando al ánimo de conocer nuevos lugares y por qué no, nuevas gentes. Hemos probado y bebido vinos de Bergerac, de Monbazillac, de St Emilion. Hemos comido le canard en varios preparados distintos.
En definitiva, hemos viajado y hemos vivido.

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