Juntos seguimos al pie de la letra el protocolo marcado para un día de buenas viandas, aunque, al fin y a la postres, se convirtió en un hito más en el que cumplir con el título de nuestro vuestro blog, "Viajar es vivir".
Carretera y manta que la mesa y el mantel nos esperaban en los Los Santos de Maimona, lugar de nacimiento y niñez vital de nuestra amiga y fotógrafa cuasiprofesional Maite Cruz.
Solomillo a la arcilla |
El día no había hecho nada más que empezar.
La primera parte del viaje se terminó pasada las cinco de la tarde. El frío arreciaba y la tarde empezaba a decaer. Una nueva vuelta por las calles del pueblo nos llevó hasta una zona periférica.
Verdaderamente sorprendido me quedé cuando, entre variopintas construcciones de casas de campo, surgió como en un sueño El Capricho de Cotrina.
- ¡Gaudí! exclamé más que sorprendido. Pero ¿Qué hace una obra de Gaudí en Los Santos?
Con la boca más abierta que en la comida anterior, me bajé del coche del cumpleañero. Fantástico, sorprendido y sin dejar de admirar lo que veían mis ojos, nos presentaron al artífice de aquella obra de arte, D. Francisco González Gragera, autodidacta como él mismo se definió.
En una parcela de su propiedad decidió hace 20 años llevar a la realidad sus sueños. Sueños que primero plasma en un papel y luego con técnicas que él mismo desarrolla construye lo que su lápiz deja en sus bocetos.
El propio D. Francisco nos sirvió de cicerone, explicándonos paso a paso este rincón o aquella forma.
Reconocido por foráneos como una verdadera obra de arte arquitectónico lo que allí se puede admirar y vivir es digno de ser no sólo visitado, sino también reconocido, cosa que los allí presentes no dejábamos de hacer.
Vista desde el interior de la ducha |
Saboreando cada rincón de aquella arquitectura natural de un autodidacta soñador que plasma en la realidad de su pequeña parcela una obra grandiosa al más puro estilo gaudiano. Y no lo digo yo, sino don Rafael Romero Pineda, doctor cum laude en Bellas Artes de la Universidad de Barcelona que en un panegírico que se puede leer junto a El Capricho de Cotrina define a D. Francisco como "un excepcional artista autodidacta que ha conceptualizado, diseñado y construido con sus propias manos esta magnífica fantasía arquitectónica". En otro párrafo, lo define "como Artista Universal aglutinador de todas las cualidades que debiera tener un creador, incluyendo la más valiosa: la sencillez y la humildad".
Esto último lo podemos firmar, pues la hora larga que pasamos recorriendo su obra, D. Francisco, con pocas palabras, no explicó el por qué había hecho tal o cual cosa, o como hizo tal o cual escultura arquitectónica, todo previo boceto en una simple hoja de libreta. Si tenemos que detallar un ejemplo, nos explicó que como su idea principal es habitar alguna vez aquel "capricho", decidió que para soportar mejor las altas temperaturas estivales de Los Santos de Maimona, sobre el techo del salón habría un estanque que refrescaría el lugar. Así lo diseñó y así lo construyó. Sobre la terraza y junto a una impresionante cenador, admiramos su estanque.
D. Francisco, humilde, que se enorgullece que le llamen el Gaudí extremeño, pero que prefiere que le llamen simplemente Francisco, no presume de que expertos norteamericanos desean impulsar económicamente su obra para llegar a su término cuanto antes.
Las fotografías que presento en estos párrafos, no hacen en absoluto justicia a la obra de D. Francisco; primero, porque están hechas con un teléfono y, segundo, porque la tarde estaba cayendo a pasos agigantados sobre el lugar, así que en este caso las imágenes no valen más que cien palabras.
Otra cosa son las fotos de nuestra amiga, paisana del autor y fotógrafa Maite Cruz, tituladas El Capricho de Cotrina,
Si el primer capricho gastronómico había estado de rechupete, el segundo había arrasado con las mejores perspectivas y, como no hay dos sin tres, nos quedaba un tercero.
Cien pesetas de la última república |
Objetos de ayer |
José nos fue explicando la historia de cada uno de los cuadros que expone por los pasillos y salas de su casa. Nos relató como consiguió este o aquel objeto con historia familiar o entregado por alguien del pueblo para su museo. Nos pasamos un buen rato recordando que algunos de aquellos objetos pasaron por nuestra niñez y se escondieron en lo más recóndito de nuestros recuerdos hasta que por obra y gracia del museo de D. José Guerrero volvieron a nuestra memoria.
¡Cuántas de estas colecciones se pierden en el olvido por falta de perspectiva turística! ¿Por qué consideramos a lo antiguo como viejo, si es parte de nuestra existencia vital? ¿Por qué esa ceguera gubernamental a todos los niveles?
Ocho horas después, regresamos a casa.
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