En tiempo de Franco, aquellos tiempos que no sólo parecen lejanos en cuanto a los lustros pasados, sino también en cuanto al devenir de los hechos, de las costumbres y de las actuaciones, las tierras de Granadilla fueron anegadas por las aguas de un pantano construido, el Gabriel y Galán.
El 5 de noviembre de 1963, Granadilla dejaba de ser población de hecho para pasar a ser un recuerdo en el mapa de la época:
"Dada cuenta por la Presidencia del oficio nº 635 de fecha del pasado mes y del acuerdo adoptado en sesión extraordinaria celebrada con fecha once del mismo mes, por el Ayuntamiento de Zarza de Granadilla (Cáceres) por el que se manifiesta estarse tramitando expediente para la anexión del término municipal de Granadilla a los limítrofes; enterada la Corporación por unanimidad acuerda prestar su conformidad de la anexión de este término a los limítrofes; que de referido acuerdo se expida certificación y que sea remitida al Municipio de Zarza de Granadilla para su unión al expediente. Y no siendo otro el motivo de la presente, el Sr. Presidente levantó la sesión a las trece horas, suscribiéndose la presente Acta, que con el Sr. Presidente, firman los Sres. Reunidos de que yo el Secretario Accidental certifico. Fdo: Jesús Jiménez, Joaquín Mordillo, Marino Manzano y Felipe Jiménez".
Artículo primero.- Se acuerda la disolución del Municipio de Granadilla (Cáceres) y se incorpora su término municipal a los limítrofes de Zarza de Granadilla y Mohedas de Granadilla, con la divisoria determinada por el cauce del río Alagón.
Artículo segundo.- Queda facultado el Ministerio de la Gobernación para dictar las disposiciones que pudiera exigir el cumplimiento de este Decreto.
Así lo dispongo por el presente Decreto, dado en Madrid a seis de mayo de mil novecientos sesenta y cinco.
FRANCISCO FRANCO
El ministro de la Gobernación: CAMILO ALONSO VEGA
Los antiguos pobladores se tuvieron que marchar escogiendo diversos lugares, no sin antes echar la vista atrás con la aprensión propia de aquéllos a los que les quitan sus tierras, sus vidas pasadas y no le presentan un futuro cierto.
Granadilla como topónimo data de la Reconquista final de la Península Ibérica. De aquel tiempo en que los Reyes Católicos conquistan el último baluarte musulmán en esta nuestra piel de toro. Por entonces, no podía haber dos Granada y, por tanto, Granada la de Cáceres, se conviritó en Granadilla, permitiendo que la Granada de la Alhambra y el Generalife acreditara su nombre por los siglos.
Por 1170, aquella fabulosa muralla circular almohade fue conquistada a sus habitantes árabes. Hacia 1475, construyeron la imponente e inexpugnable torre que defendía una de las dos entradas a la ciudadela, tiempos en los que la Casa de Alba era la dueña y señora del territorio.
Casi quinientos años después, el declive de Granadilla quedó concluso. El embalse de Gabriel y Galán inundó las tierras de labor de los lugareños. Sí o sí tuvieron que marcharse. Los pueblos de los alrededores acogieron sus enseres y sus vidas enteras, además de la inmigración por fuerza de la razón de las aguas. Las vidas diarias de sus habitantes fueron inmoladas en lor de la civilización y el progreso.
El pueblo amurallado se convirtió en un lugar idilíco para el Homus turisticus actual y moderno, pero dejó sin patria y sin tierras a todos aquellos que habían morado por allí desde siglos atrás. Las calles, antaño llenas de vida, están ahora inmaculadamente abandonadas. Sufrieron un lento, pero incansable, proceso de destrucción que, gracias a que fue declarado en 1980 Conjunto Histórico Artístico, pudo beneficiarse del Plan Experimental de Reconstrucción y Restauración de Pueblos.
Visitar en la actualidad el pueblo de Granadilla produce efectos contradictorios. Por una parte, te saluda la Historia con su imponente torre poliobulada, piedra preciosa de ese anillo que es la muralla; por otro lado, se observa como el tiempo lo destruye y lo vuelve a contruir todo, como el trabajo de los miles de estudiantes que han pasado en las última décadas reconstruyendo aquel viejo esplendor, da su fruto y reverdece lo que, al menos arquitectónicamente, fue Granadilla.
Precioso lugar, preciosas tierras, nuevos colores florerecen en aquellas tierras cacereñas, llanos que fueron tierra de labor y pastoreo y que ahora son bosques verdes y aguas azules.
Sólo, y siempre bajo mi punto de vista, una cosa ensombrece el lugar: el camino físico que separa el entorno mítico de la civilización actual. Nuestros medios de transporte actuales están poco preparados para tan insufrible camino o ¿quizás sea eso lo que lo convierte en un lugar tan atractivo y encantador, tan alejado y tan cercano a la vez?
Está bien así, si el lugar mantiene ese sabor ancestral, antiguo que no viejo. Todo cambio sería convertirlo en un Parque temático y eso, NO, gracias.
Muy agradecido a todos aquellos que han reconvertido Granadilla en lo que es hoy, sin olvidar el ayer.
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